Han pasado ocho meses desde que un huracán devastador arrasó a Puerto Rico. Se ha escrito mucho sobre las dificultades de la gente allí para recuperar una infraestructura comunitaria básica: electricidad, atención médica, escuelas. También se ha escrito mucho sobre el influjo de comercios privados procurando aprovechar la devastación de Puerto Rico. En vez de invertir recursos públicos para reparar los servicios esenciales, estamos permitiendo que los intereses ricos y ajenos controlen el destino de estadounidenses que da la casualidad que hablan español y viven lo suficientemente lejos como para poder ignorarlos.

Es una historia común. Los comercios privados dicen que pueden ayudar a las comunidades de color y prometen la luna. Al final, muestran sus intenciones verdaderas, enriqueciéndose a sí mismos y no a las comunidades a las que deberían estar sirviendo. Tras los desastres recientes como los de Nueva Orleans y Puerto Rico, un sector de comercio se ha decidido a darle una forma nueva a los servicios públicos: la industria de escuelas particulares subvencionadas (charter schools en inglés).

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